Las líneas de hoy vienen a acompañar y complementar la última entrada
dedicada a las aguas subterráneas del Foro. De hecho, nos pareció que obviar
los elementos que comentaremos seguidamente sería una lástima, y que nuestro
lector se merecía conocer el resto de los lugares secretos a los turistas
habituales.
Conocemos bien la concentración de templos en el Foro republicano de Roma.
Estamos familiarizados con los altares “de los altos dioses de arriba” situados
frente a sus templos. Sabemos que los juramentos ante Júpiter, patrón de los
acuerdos y tratos, se realizaban ante sus ojos, nunca bajo techo, nunca en la
oscuridad. Pero no todos los rituales y dioses eran merecedores de la luz del
astro rey.
Hoy trataremos algunos cultos ocultos y antiguos enterrados bajo la plaza
más digna del mundo antiguo, pero también otros lugares tétricos y horribles, y
acabaremos Dii meliora velint,
“alabados sean los dioses”, con una curiosidad arqueológica desconocida por
muchos.
Niger lapis
Este lugar de malos presagios se sitúa en el centro de la antigua curia
republicana (principal lugar de reunión de la más alta política). Este negro
empedrado, obra de Lucio Cornelio Sila (138-78 a.C.) se realizó para nivelar de
nuevo toda la plaza y no perder de vista este sacro y antiguo lugar. De hecho,
existen 7 niveles sucesivos de pavimentación.
Esta pequeña parcela frente al arco de Septimio Severo esconde el borde de
un estanque, y un espacio de gradas con un antiguo altar trapezoidal (del s. VI
a.C.) que conserva un bloque de piedra excepcional. En dicho bloque encontramos
la inscripción romana más antigua de la historia romana. Es una inscripción
bustrofédica, o sea, que está grabada de derecha a izquierda y al revés a
líneas alternas, seguramente por motivos rituales o de culto. Aunque se trata
de un texto fragmentado, parece referirse a una ley inquebrantable incluso para
el propio rey. Se supone dedicado al dios Vulcano, por la estrecha relación que
unía a los dos personajes. Recordemos que, durante la Diarquía, Rómulo
construyó un templo en su honor.
Prisión Mamertina
Esta mazmorra está situada al oeste de la curia, al otro lado del arco de
Septimio Severo. Bajo la actual iglesia de Giuseppe dei Falegnami, pero no se
trata de un lugar cualquiera dentro del recorrido de los desfiles triunfales
por la Vía sacra. Era un lugar de parada importante antes de emprender la
subida al capitolio. Aquí se encerraba a los principales enemigos vencidos de
Roma antes de su inminente ejecución.
En su entrada, todavía hoy puede verse una inscripción del siglo I d.C. en
travertino, con los nombres de algunos de los moradores más famosos de este
lugar. Sin embargo, la prisión es probablemente del s. VI a.C.
La celda superior, de forma trapezoidal, era seguramente solo una de las
muchas que estaban excavadas en el interior de la colina, aprovechando antiguos
agujeros de cantera de piedra. Pero quizás se tratase de una cisterna, debido a
la planta circular de su segundo nivel.
El nivel inferior, originalmente circular y de 7 metros de diámetro, era
accesible solamente por un agujero irregular en su techo. En su centro había un
desagüe del que hablaremos al final. Actualmente se accede por una escalera
moderna.
En ella sucumbieron numerosos enemigos del Estado como Yugurta, Sejano o
Vercingetórix, aquí fueron estrangulados hasta la muerte, según la ley. Para
otros era un lugar donde temer la ejecución desde la Roca Tarpeya. Según la
tradición bíblica, aquí pararon también los huesos de San Pedro y San Pablo.
El escritor romano Salustio describe la celda hacia el año 40 a.C.:
“en la
prisión hay un lugar llamado Tullianum, de unos 12 pies de profundidad,
totalmente cercado por fuertes muros y una cúpula de piedra. Su aspecto es repugnante
y terrible a causa de su abandono, oscuridad y hedor”.
El nombre Tullianum podría
derivar del nombre del sexto rey de Roma, Servio Tullio, quien construyó aquí
una primera cisterna, pero también podría tener su origen en la palabra tullius. Tullius en su acepción de “manantial”, ya que el agua desaguaba a
través de él. Este pequeño pozo mencionado anteriormente, tras superar una
puerta metálica, terminaría dirigiéndose a la Cloaca maxima. Las leyendas negras que alimentan estos lugares
afirman que por aquí se deshacían de los cuerpos ejecutados, anécdota
absolutamente falsa.
También era y es conocida como prisión
mamertina, tomando este nombre de la antigua deidad sabina Mamers, divinidad de la guerra,
vinculada posteriormente con el dios Marte.
Umbiculus mundo
Al pie del Capitolio, frente a las columnas del templo de Saturno y situado
frente a la columna miliaria de bronce dorado (que lamentablemente no se ha
conservado) hallamos todavía hoy el centro del mundo, el umbiculus mundo. Este guardaba un templete dedicado a un dios
subterráneo, cuya primera piedra fue instaurada por Rómulo; la primera piedra
de Roma.
Desde el siglo I d.C. Plutarco nos narra que Rómulo consultó a los sabios
etruscos. Estos dieron las pautas del ritual, que consistía en introducir en la
fosa las primicias de todo lo útil y necesario según la naturaleza, más un
puñado de la tierra de origen de todos los presentes. Así, más tarde, se
justificaba su poder sobre todo el territorio, pero en un primer momento se
determinaba cual era el centro de la ciudad, para establecer también su
perímetro.
Galerias gladiatorias
Si abandonamos la Vía Sacra hacia el oeste, caminamos frente al templo de
Saturno, cuyos oscuros y secretos almacenes guardaban la riqueza que la capital
entregaba a sus dioses. Cerca, la columna de Focas, entre la rostra y el Lacus Curtius todavía podemos ver unos agujeros, pozos en el
pavimento. Los estudiosos los han estudiado e identificado como un sistema de
túneles bajo el Foro, usado durante los combates de gladiadores. Estas galerías
fueron clausuradas en tiempos de Augusto, cuando se construyó el anfiteatro de
Estatilio Tauro en el Campo de Marte. Por ellos corrían los tramoyistas, se
mantenía a las fieras, se guardaban las escenografías y armas; mientras que por
los ascensores subían y bajaban todos los elementos para mantener vivo el
espectáculo. Un claro precedente de lo que sería más tarde el mundo subterráneo
del Anfiteatro Flavio.
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