La historia de la navegación cuenta con tantos especialistas como
seguidores, pero desplazarse por las aguas no es sólo navegar. Aquí es donde
empieza el artículo de hoy, sobre la importancia del buceo y la natación.
Saber nadar era algo destacable e importante en la península y en las islas
griegas, pues Platón en sus Leyes (III, 689) dice: "¿Deberá
confiarse un cargo oficial a personas que son lo contrario de gente culta, las
cuales, según el proverbio, no saben ni nadar ni leer?" y Diogeniano (6.56)
nos lo repite en época de Adriano: "porque
los atenienses aprendían a nadar y a leer y a escribir desde la primera
niñez".
Dada la importancia que tenían el transporte marítimo y fluvial en el mundo
clásico, esto tampoco debe sorprendernos. Saber nadar podía ser la diferencia
entre vivir o morir. Seguramente eso motivó la curiosidad por mejorar
tecnológicamente las limitaciones físicas humanas, incluso las de los nadadores
y buceadores mejor entrenados.
Aristóteles nos cuenta en su Problemata
cómo utilizar una campana metálica que, una vez sumergida, mantendría una buena
cantidad de aire en su interior, suficiente para mantener la respiración de su
tripulante durante un tiempo, ya que el famoso sabio no supo resolver el
problema de la renovación del aire que rápidamente quedaba viciado. Actualmente
llamamos a este sistema campana húmeda
y, como define Wikipedia, se fundamenta en el “principio elemental de la física (la altura de la columna de agua en el
interior de la campana será proporcional a la presión ejercida por el aire
comprimido de su interior), este ingenio sostenido desde una embarcación
permitía la observación directa del fondo desde una altura prudencial y la
salida de los buceadores desde su interior por el tiempo que les permitiera el
aire de sus pulmones, para volver nuevamente a respirar en el interior de la
campana hasta que ésta se vaciara”.
Otro problema que plantea este método de inmersión es el resultante de la
compresión del aire a medida que aumenta la presión del agua, todo ello
resultado del aumento de profundidad. A 10 metros de profundidad, el volumen de
aire de la campana es la mitad del volumen inicial, subiendo el nivel de agua,
otro tanto.
Cuenta la leyenda, que parece ser medieval, que el gran Alejandro Magno
probó una versión de cristal (harto imposible) a través de la cual pudo ver
incluso monstruos marinos.
La finalidad del invento era crear una especie de “campamento base” para
explotar y expoliar los fondos marinos en busca de esponjas, pero seguramente
otros tesoros como perlas, conchas y también para lograr pescar exquisiteces.
No nos olvidemos de la función militar de reconocer terrenos y planear
sabotajes, entre otras.
El interés de Arquímedes por los buceadores también puede apreciarse en este fragmento de su Problemata (XXXII). |
En el mundo romano, la natación fue considerada un excelente ejercicio
físico practicado como entrenamiento muscular en el ejército, pero también un
lujoso ocio, como testimonian todas las natatio
privadas (piscinas, las llamaríamos ahora) que llegamos a documentar, siendo quizás
la más famosa la de la Villa de Popea en Oplontis, cerca de Pompeya, que
ciertamente era enorme.
El primer cuerpo militar de buceo lo debemos, cómo no, al ejército romano.
Sus miembros recibían una formación y un entrenamiento especiales para su función
específica. Los Urinatores (no
penséis mal; urinare significaba
inmersión en el agua) podían cortar amarras o anclas de los navíos enemigos, colocar
objetos bajo el agua para encallar las naves, y otras labores de sabotaje. También
servían como correos, como espías y como transporte de pequeñas cantidades de
armas o suministros.
Pronto se les combatió con centinelas armados con tridentes, con rejas en
los sumideros o emplazando redes en las entradas de los puertos para “pescar” a
estos intrusos. Parece ser que llevaban una esponja impregnada de aceite en la boca
pues, al morderla, el aceite liberado creaba una especie de pantalla frente a
sus ojos; parece ser que el índice de refracción del ojo humano es muy parecido
al del aceite, y así se lograba una mejor visibilidad.
Su primera acción documentada se realizó en el año 49 a.C., en la guerra
entre Julio César y Pompeyo, cuando los urinatores
del primero nadaron hasta las naves de Pompeyo, les engancharon garfios con
cuerdas y regresaron a la orilla. Gracias a estas cuerdas, los
legionarios de César pudieron arrimar los barcos a tierra y destruirlos.
No he podido localizar ninguna información sobre su “uniforme”, pero parece
ser que su equipo básico consistía solamente en un cuchillo, odres llenos de
aire (como los que ya se habían utilizado antiguamente en el Próximo Oriente) y
quizá aquella “esponja de buceo” que ya hemos comentado.
BIBLIOGRAFÍA
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